(...)
Un elefante azuloscuro que camina sobre un colchón de hojas delicadas, un elefante triste como sólo pueden estarlo los elefantes mira desde el fondo de sus ojos diminutos y húmedos, mira y me piensa escribiéndolo y más se le humedece lo que ve, y más delicadamente aplasta brotes hermosos, pisa con lenta solidez las hojas las vuelve polvo y sigue aplastándolo todo en silencio como una bailarina terrible...
Esto que pesa acá en el sentimiento, este paquidermo no sabe dejarme, ojalá buscara pasto nuevo o se fuera a morir a ese lugar de las metáforas cursis, allá donde van a morir los elefantes.
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lunes, 3 de agosto de 2009
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